En tiempos de redes sociales (RR.SS.) la inmediatez en los hechos noticiosos no es un valor agregado al producto, sino la cualidad de la nota informativa, aunque en el tintero se queden la veracidad, excelente redacción, buen uso del idioma y la propia ética con tal de ganar un “Me gusta” y, por ende, muchos seguidores.
La democratización de los medios -también llamada Web 3.0 o Periodismo 3.0, como algunos teóricos de la materia definieron a la actual manera de conseguir la noticia y divulgarla- supuso el reto principal para la misma profesión, los medios informativos, la comunicación social y las relaciones públicas.
Hoy día cualquier individuo con un celular puede generar sus propios contenidos y distribuirlos a las audiencias segmentadas. Esto hace peligrar a los reporteros de la vieja escuela, quienes a golpe de martillo se hicieron unos profesionistas de la pluma; la nueva camada, egresados de las “escuelistas de comunicación o periodismo”, y el milenial, quien crea su propia definición del “mejor oficio del mundo”.
Es decir, además del hostil ambiente en el que se desempeñan, los tres tipos de periodistas tienen que competir con el ciudadano que emitirá su información y su propia versión de los hechos.
Lo anterior es denominado Periodismo Ciudadano. ¿Es bueno? ¿Es malo? Sí y no, respectivamente. ¿Por qué? Porque gracias a las plataformas que ofrece la Red los ciudadanos pusieron en la agenda informativa otra visión de los hechos y marcaron el rumbo de la historia, ejemplos: Salam Pax, el iraquí que mediante un blog documentó las historias desgarradoras de la invasión estadounidense o los miles de españoles, que después del atentado del 11 de Marzo de 2004, a través de los mensajes de textos convocaron a marchas para exigir al gobierno de José María Aznar retirar las tropas de una guerra que no les compitió y darle la victoria al PSOE (Partido Socialista Obrero Español).
El Periodismo Ciudadano dio el paso para que los medios tradicionales prestaran atención a sus audiencias, trabajaran por historias humanas, dieran voces a sectores que están fuera de las esferas políticas y al activismo. Públicos y Medios se complementaban, por fin hubo una retroalimentación directa.
Sin embargo, la carrera por atrapar mayores audiencias convirtió al periodismo en un espectáculo igual o más dantesco que un circo romano. En este negocio, desde la visión más realista, hubo quienes apuestan por el sensacionalismo para generar más vistas y el robo de información sin dar crédito a la fuente.
En fin, hay que regresar a las bases del otro oficio más antiguo del mundo. Hay que ser más humanistas y menos sensacionalistas, que la información proporcionada genera un bienestar a la sociedad más allá del like, compartir y viralizarlo.
Y lo más importante, toda información debe tener un autor y en caso tomarse de otro medio darle su lugar con una cita, por lo que se apuesta por la veracidad y no por el plagio y desinformación.